Es una estrategia de malos jugadores de ajedrez. Cuando la partida no va como les convendría, mueven el tablero para que caigan las fichas y conseguir, al recomponerlas tras la confusión, alguna posición ventajosa. A río revuelto…
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Buscaba un título y me he inventado una palabra: zoociedad. Al principio suena mal, pero si relajas su pronunciación tiene un aire andaluz que me suena bien. Y, sobre todo, me sirve para referirme a lo que pretendo con este escrito: una reflexión sobre cómo ha evolucionado a lo largo de la historia la relación entre humanos y animales, o sea, la zoociedad.
Hace días me interesé por una polémica derivada de un examen para bomberos. Una prueba de ortografía había eliminado al 60 % de los aspirantes, que no entendían por qué se le daba tanta importancia a esta disciplina. Hubo opiniones para todos los gustos, pero me parecieron más los que defendían que era más importante para un bombero, por ejemplo, estar en buena forma física que la ortografía. El hecho es que buen número de ayuntamientos han quitado ya estas pruebas.
Hace muchos años un amigo me pidió que escribiera algo sobre la escuela rural. Me pareció buena idea recordar sus problemas que no son más que un reflejo de los problemas de los pueblos. Y acepté. Pasaron unos meses, volví a encontrarme con mi amigo que me recordó mi compromiso. Con toda sinceridad le dije que lo había intentado, pero todo me salía tan triste que había preferido no mandarle nada para no añadir más tristeza a la situación que vivía el mundo rural.
Me parece impreciso, cuando no incorrecto, que llamen “violencia de género” a ese preocupante problema de nuestra sociedad y que consiste en que unos cuantos animales masculinos agreden, hasta la muerte a veces, a otras personas del género femenino. El año pasado murieron medio centenar de mujeres y este año comienza también violento.
No entiendo muy bien los vericuetos que sigue una propuesta hasta que es debatida en las Cortes, pero conozco varios casos (temas sociales, sindicales o políticos) en los que tras recoger cientos de miles de firmas y después de varios meses de insistencia se han visto condenados al olvido de sus señorías. De ahí mi sorpresa cuando oí que el tema de la supresión de los deberes de los escolares se había tratado en el Congreso de los Diputados.
No es la primera vez que aprovecho este blog para hablar de un libro que acabo de leer. Me parece importante compartir las lecturas que nos resultan interesantes.
En este caso se trata de un libro de Sergio del Molino que se titula “La España vacía” y que aborda el tema del abandono del medio rural y los problemas que ello acarrea. Me ha gustado mucho. Os invito a que lo leáis.
Brihuega, “El jardín de la Alcarria”. El espliego, la flor alcarreña por antonomasia. La flor y el jardín estaban llamados a entenderse, a amarse, y así ha sido siempre.
Llamo “siempre” a los años que me separan de mi infancia (ya bastantes) en los que ya existía ese amor entre Brihuega y el espliego. En los días más importantes del año, las fiestas de agosto, la gente de Brihuega siempre ha necesitado y ha buscado el contacto con este arbusto aromático. En esos días, el espliego cubre las calles y su aroma penetra en la gente, impregnándola de Alcarria y creándole una dependencia que añorará año tras año.
Ya estamos acostumbrados a escuchar que todo lo que huele a público es caro. Los servicios públicos son caros, la sanidad pública es cara, la educación pública es cara, el sistema de pensiones sale caro, los salarios de los trabajadores son muy altos, las prestaciones y subsidios a los parados salen muy caros, mantener los liberados de los sindicatos es muy caro, contratar es caro, la seguridad en las empresas es cara, el IVA es muy caro, la investigación es cara, los referéndums son caros, el tratamiento contra la hepatitis C es caro… todo es tan caro que en España, dicen, pagamos demasiados impuestos para mantener lo público. Que pagamos más impuestos que en Europa, dicen sin vergüenza. Y lo dicen los antisistema, los que se cargarían todo eso para no aportar ni un euro al erario público, para reducir al mínimo los impuestos y añadir a sus ingresos lo que ahora pagan de mala gana. Y lo dicen los antisistema que eluden de mil maneras sus obligaciones con la sociedad y se llevan del país su dinero porque, dicen, es muy caro tenerlo aquí.
Se veía venir y ha venido. Los ciudadanos han diseñado con su voto un nuevo mapa político: los partidos mayoritarios pierden espacio, que es ocupado por partidos de nuevo corte. Se ha roto el bipartidismo que ha controlado la política española desde la transición y se abre un nuevo periodo que va a estar marcado obligatoriamente por el diálogo, el acuerdo y los pactos. Aunque estaba cantado, a muchos de nuestros viejos políticos les ha descolocado. Quizá su prepotencia, quizá su lejanía a los ciudadanos les hacían pensar que mantendrían gran parte de su poder y la nueva situación les incomoda.
Nuevo escándalo de corrupción y vuelve a ponerse en marcha la maquinaria de confusión a la que ya nos tienen acostumbrados. Es lo único que se hace frente a esta marea negra: confundir a la gente para minimizar el problema, que los malos se escapen y que todo siga igual.
El entramado político está cambiando hasta el punto de aparecer nuevos partidos con opciones de gobierno, algo que parecía impensable hace unos años. Cambian los partidos y cambian también sus nombres.
Cada vez son más los frentes nubosos que atraviesan nuestro país de punta a punta y siembran de toxicidad y de irritación a todas las personas de bien (que no son todas). Me irrita que el gobierno ponga tantos obstáculos a la generalización de un medicamento para salvar las vidas de muchas personas afectadas por la hepatitis C. Nunca pensé que mi país podría caer tan abajo. Dejar morir a la gente por ahorrar dinero.
Es una enfermedad relativamente nueva; nació en el siglo pasado pero es en éste cuando se está manifestando con más virulencia. Aunque es una enfermedad mental con muchos niveles de gravedad y difícil de diagnosticar en sus comienzos, no se puede considerar entre las enfermedades raras pues afecta ya a millones de personas, especialmente del sexo masculino. Me estoy refiriendo a los Trastornos Derivados del Fútbol (TDF).
Aunque no es nuevo, cada vez se ve con más claridad. El PP no es sólo una doble P, sino que esas siglas albergan un doble partido. Ambos tienen cosas en común, que los unen; pero también grandes diferencias, que los enfrentan.
Hoy traigo al blog unas reflexiones prestadas. El texto que va a continuación, en cursiva, lo he sacado de “Los desorientados”, de Amin Maalouf (Alianza editorial). Este autor libanés, que se exilió voluntariamente a Francia durante la guerra en su país, comenta con un amigo cómo otro amigo común había llegado a ser ministro y se había enriquecido tras enrolarse en un grupo mafioso.
Probablemente no sea el enfoque más acertado, dado el estado de cabreo de la sociedad española y el hartazgo de desayunarse cada día con un nuevo caso de corrupción. Pero se me ha ocurrido que también se podía tratar el tema desde el punto de vista del lenguaje, de la gramática.
Un año más la celebración del Toro de la Vega de Tordesillas ha abierto el debate taurino. Mal llamado debate, porque a las palabras fuera de tono ya se añaden pedradas y quién sabe si no terminarán a lanzazos. Es una muestra más de que en nuestro país ha muerto el debate y desde el Gobierno hasta el último ciudadano se entiende el debate como imposición de ideas a los demás, aunque sea a la fuerza.
Acabo de regresar de un viaje por Asia Central. La ruta de la seda la llaman. Una tierra vapuleada a lo largo de la Historia por invasiones de pueblos que viajaban de este a oeste y viceversa, casi siempre con intenciones destructoras.
Acabo de leer un libro de Antonio Muñoz Molina (“Todo lo que era sólido”, Seix Barral). El autor reflexiona desde su punto de vista de ciudadano del mundo y a la vez como testigo directo de lo que ha ocurrido en el pasado reciente en España.
La abdicación del Rey ha puesto a la República en primera línea del debate público. Los partidarios de esta opción de Estado han llenado calles y plazas con sus banderas tricolores. Los partidos políticos pro república se prodigan estos días en mensajes reivindicativos. Piden un referéndum para que sean los españoles y las españolas quienes decidan el modelo de Estado del futuro entre Monarquía o República.
La que tienen liada con el referéndum catalán. Y lo que queda.
Hace meses expresé en este mismo blog (“Fuegos artificiales”) que tras este referéndum había intereses diversos, por parte de unos y otros, que nada tienen que ver con la autodeterminación o la independencia. Sigo pensando lo mismo.
Desde entonces la torpeza (y los intereses ocultos) de nuestros gobernantes no ha hecho más que enredar las cosas, hasta el punto de que ya, rotos los puentes del diálogo, sólo se barajan salidas radicales. No lo entiendo.
Dos papas, cientos de obispos y de cardenales, todos hombres, se han dado cita en Roma para elevar a los altares a dos hombres, dos expapas. Solo la iglesia (y alguna otra religión) son capaces de realizar este tipo de actos sin que la opinión pública, en especial la femenina, se le eche encima. Sería impensable que un sindicato, un partido político, una asociación… plantease un acto similar. Sería firmar su certificado de defunción. Nadie se lo consentiría. En cambio a ellos y sólo a ellos, siglo tras siglo, se les ha permitido discriminar a las mujeres.
La pobreza del debate político actual lleva con frecuencia (demasiada frecuencia) a nuestros políticos a utilizar como principal argumento exculpatorio la acusación al prójimo. Nadie tiene la culpa de nada; nadie es responsable de nada. La culpa y la responsabilidad siempre son de los otros. Esa falta de autocrítica y de corresponsabilidad, me parece de una bajeza y una ruindad tal que los desautoriza no sólo como políticos sino incluso también como personas.
Hoy me apetece cantaros una canción. No es que esté contento; ya sabéis que “cuando el español canta…”.
La llevo metida en la cabeza desde hace semanas. No sé por qué, pero me suena y me resuena cuando me acuesto, cuando me levanto, en el coche, cuando veo los telediarios…
Sí eso es, los telediarios. Ellos son los que me la han recordado. La actualidad aparece reflejada en esta canción y quizá de ahí proceda su repetición machacona en mi interior…
Dice el ministro pijo, ese que algunos calificaban de moderado, que él “sí tendría un hijo con malformaciones graves”; no me lo creo. Me parece una mentira tan absurda como su propuesta de reforma de la ley del aborto o los argumentos con que intenta justificarla.
Si vieras, Madiba, la que se ha liado tras tu muerte. Diez días de funerales y homenajes a tu persona y a lo que lograste en tu país. Diez días de merecido reconocimiento.
Me dicen mis amigos que sólo hablo de política y de crisis. Llevan razón. Desde hace unos años estoy obsesionado con lo que nos están haciendo y no se me ocurren otros temas de conversación. Pero hoy, como me gusta hacer caso a mis amigos, voy a cambiar de tema. Voy a hablar de fútbol, como corresponde a un ser humano de género masculino.
Me gusta la Vicepresidenta de las tres eses. Me gusta especialmente en la rueda de prensa de los viernes, después de cada Consejo de Ministros. Me gusta, sobre todo, cómo escoge las palabras para no herirnos. Ella sabe que lo que nos tiene que comunicar es duro, pero se esfuerza en buscar eufemismos, palabras más suaves que no incrementen el dolor de sus conciudadanos. Le toca el difícil papel de comunicar las malas noticias de este camino de reformas que emprendieron hace dos años y ella, como quien comunica a una madre el fallecimiento de su hijo, busca la forma de que duela lo menos posible. Gracias, vicepresidenta, gracias por intentar que incluso los recortes nos parezcan agradables. Gracias por su esfuerzo.