Herreros y otros trastos viejos

Caprichos

Los humanos somos caprichosos. Y lo somos en muchos ámbitos. El de las votaciones no se libra. La última prueba evidente de la caprichosa manera de actuar que tenemos los ciudadanos han sido las elecciones británicas, que dejaron a los líderes ojipláticos hasta el punto de que algunos hasta dimitieron, a la vista de lo erradas que andaban las encuestas.

 

Imagino que los analistas de los partidos políticos de España andarán estos días diciendo algo así como: “Tú tranquilo, que la diferencia de las encuestas al voto es…” y aquí ya comienza el baile de frases hechas, dependiendo de si van peor de lo que esperaban o mejor de lo que pensaban.

Y el capricho votante (a veces bota de uno a otro) es quizá el más caprichoso de todos, puesto que hay un porcentaje elevadísimo de personas que no están dispuestas a reconocer quién es su caballo favorito y, por otra parte, también los hay que no quieren dejar mal a los políticos en campaña, siendo ellos de manera idéntica los amos del arte de la hipocresía.

Así las cosas, habrá que esperar hasta eso de las diez de la noche (en el ámbito local, todo depende del número de votantes, claro) o hasta casi la medianoche (en el regional) para conocer quién es el que se lleva el gato al agua. Supongo que habrá que esperar unos cuantos meses para saber qué promesas pueden llevar a cabo y cuáles eran solo en plan: “mira que enrollado que soy”.

Mucho menos tendremos que esperar para ver cómo los terroristas del autoproclamado Estado Islámico destruyen lo que (hasta ahora) es un capricho de ciudad: Palmira. Por lo que hemos visto en los últimos meses, no han sido muy caprichosos a la hora de matar: matan lo mismo a cristianos que a yazidíes que a musulmanes (si no siguen su particular interpretación de la sharia).

Su capricho es acabar con todo lo que no les gusta o que no se ajusta a su particular visión del mundo. Así, de idéntica, maligna y morbosa forma asesinan a decenas de coptos que bombardean esculturas y edificios que han sobrevivido a la intemperie y las guerras de los últimos 3.000 años. 

No sabemos si el capricho de los líderes occidentales les llevará a actuar por fin y ayudar a esos miles de personas que se están viendo obligadas a huir de su hogar hacia ninguna parte.

Yo hoy no estoy muy caprichosa, aunque si me lo permiten, tengo el capricho de que la Administración Pública facilite un poco el proceso de facturar electrónicamente, que es una auténtica tortura digital. Y retomando el inicio, encapríchense de quién les dé la gana o incluso de nadie, que la opción de la abstención se está convirtiendo en un auténtico capricho.

Antes morir que pactar
Flequillos y Calcetines