Pie a tierra
Doble P, dos PP
Aunque no es nuevo, cada vez se ve con más claridad. El PP no es sólo una doble P, sino que esas siglas albergan un doble partido. Ambos tienen cosas en común, que los unen; pero también grandes diferencias, que los enfrentan.
Por un lado está el PP económico, el defensor del capital, el neoliberal. El partido de la clase pudiente, del Ibex 35, de los banqueros y los grandes empresarios. El partido del poder económico que controla gobiernos y medios de comunicación, como inversión para rentabilizar aún más su dinero. Es el PP que ha prevalecido en estos años negros: el partido de las crisis, de los recortes, de la reforma laboral, de los despidos, de los desahucios, del paro, de las diferencias sociales, de la corrupción… Una “ideología” radical que pone el beneficio económico en el centro de todo, pasando las personas a un segundo o un tercer plano. Una “ideología” que no quiere leyes que la controlen, que necesita libertad para expandirse y que utiliza todos los medios a su alcance (que son muchos) para desprestigiar a los políticos y a la política, para así manejarlos a su antojo; de desprestigiar lo público para apoderarse de ello y de “defender” a los emprendedores a la vez que los arruina para apoderarse de su cuota de mercado; el pez grande que devora a los pequeños para seguir creciendo. El PP, o al menos una parte importante de él, representa esto.
Pero hay otro PP. El de la derecha conservadora; “la derechona” que decía Alfonso Guerra. El heredero del franquismo. El partido defensor del “Dios, Patria y Milicia”; el defensor del orden público, del autoritarismo, de uniformes y sotanas; la reserva espiritual de occidente; el defensor de los valores cristianos y de la unidad de la patria; el azote del comunismo; la derecha racista, xenófoba e insolidaria que defiende la caridad frente a la justicia; el partido del “siempre se ha hecho así” y del “como dios manda”. Un PP rancio que siempre ha estado ahí frenando el curso de nuestra historia. Que siempre ha visto en las crisis económicas una oportunidad para imponer sus tesis políticas. Que aparece cada cuarenta años con sus mismas obsesiones.
Ahora vuelve a asomar la cabeza: el integrismo religioso que se muestra, por ejemplo, en su posición frente al aborto; su modelo nacionalista de la España “una, grande y libre”, que nunca ha entendido ni aceptado la realidad de nuestro país y que sigue, como hace décadas, defendiéndose de quienes “rompen” España; su conservadurismo ante cualquier cambio constitucional (una Constitución que quieren conservar ahora por las mismas razones que la rechazaron hace casi cuarenta años), y aparecen ahora como sus máximos defensores con “la declaración de la Granja”; la obsesión por el autoritarismo, el orden público, el control de la libertad, que ha provocado tantos pronunciamientos militares en nuestra reciente historia y que se muestra ahora tras la ley “mordaza”: todo “atado y bien atado”; y siguen en su obsesión de ver “demonios comunistas”, enemigos de la patria, en todos los que defiendan valores o formas de actuar distintos a los suyos.
Dos P; dos PP. Peligrosos por separado. Demoledores juntos. Uno nos fractura la sociedad, arrasa nuestros derechos, arruina nuestra economía. El otro aprovecha la debilidad para retroceder a las cavernas. Radicales por separado, se radicalizan aún más juntos: el capitalismo se hace más feroz y el conservadurismo más rancio e intolerante.
No ocurre así en otros países de nuestro entorno. En todos existen las dos derechas, pero por separado. En todos existe una derecha económica, ultraliberal, que impone sus leyes de mercado pero que se modera hacia el centro derecha porque al capital no le gusta la radicalidad (ni de izquierda ni de derecha); busca la estabilidad que le da la moderación. Tampoco le gusta el retroceso: necesita avanzar siempre, aunque sea un concepto muy peculiar de avance el que ellos tienen.
Y existe también, pero aparte, la derecha conservadora, racista, ultranacionalista, fascista, radical y, a veces, violenta, que añora tiempos pasados de autoritarismo y oscuridad.
Aquí están juntas. Y en esta esquizofrenia se está moviendo el PP actual, con un Rajoy intentando poner una vela a un dios (más bien a un demonio) y otra al otro; manteniendo la ambigüedad, en la que siempre se ha movido con facilidad, para mantener la unidad de los dos partidos que conviven, cada vez con más problemas, en el partido de las dos P.
Nadie duda en este momento que algo está cambiando en el panorama político español (quizá también más allá). Pienso que el partido que ahora gobierna está llegando a un punto en el que la unión de estas dos formas de concebir la derecha ya no suman como ha ocurrido hasta ahora, sino que restan. Tanto a nivel interno pues los choques, cada vez más frecuentes y fuertes, les están haciendo perder apoyo de su electorado (cuando uno prevalece, el otro se enfada y amenaza con no votar); como a nivel externo: ahí está su soledad parlamentaria, pues quienes apoyarían su política económica no aceptan su conservadurismo y viceversa.
Por mucho que se empeñen Rajoy y sus voceros, la pretendida gran coalición con el PSOE será imposible sin un cambio radical del Partido Popular, a quien no le queda más remedio que elegir entre uno de los dos modelos que ahora cohabitan a duras penas en el partido de las dos P y dejar que el otro campe a su aire por otros derroteros.
Ahora que vienen tiempos de cambio y renovación política no sería un mal momento para que todos los que están en esto remodelasen sus interiores para afrontar nuevos tiempos. Ya no vale jugar con dos barajas.