Pie a tierra
El verbo se hizo carne
El entramado político está cambiando hasta el punto de aparecer nuevos partidos con opciones de gobierno, algo que parecía impensable hace unos años. Cambian los partidos y cambian también sus nombres.
Hasta hoy estábamos acostumbrados a las siglas, que a su vez encerraban sustantivos y adjetivos que describían, o lo intentaban, la ideología o las intenciones de sus creadores: adjetivos como socialista, obrero, español, popular, comunista, democrático, nacionalista… o sustantivos como convergencia, unión, democracia, progreso, izquierda, coalición… intentaban, a modo de escaparate, mostrar el contenido de su ideario y sus propuestas.
Pero, contagiados por las mentiras de los programas electorales y por las promesas incumplidas, también los sustantivos y adjetivos fueron perdiendo credibilidad y la gente pensaba: ¿socialista? ¿obrero? ¿popular? ¿democrático? ¿(izquierda) unida?...
Con los nuevos cambios, irrumpe también una nueva forma de nombrar a los partidos: aparecen los verbos en sustitución de sustantivos y adjetivos: podemos, ganemos, somos, sin duda en un intento de romper con lo anterior también en la denominación de las fuerzas políticas. Me parece bien.
Y, al margen de la importancia que pueda tener un nombre, me gusta esta utilización de los verbos porque expresan acción, movimiento, participación…
Creo que uno de los mayores males de nuestra democracia es la falta de participación. Unos nos hemos relajado y hemos dejado la política en manos de los políticos; otros, se han aprovechado de la situación y han puesto los medios para alejarnos aún más de las tomas de decisiones. Así, los aparatos de los partidos, primero, y los líderes intocables, después, han convertido lo más importante de la Democracia, el gobierno del pueblo, en un juego personalista en el que sólo se premia la docilidad, la lealtad al líder, y la mediocridad de los que están a su lado, para que no le puedan “hacer sombra”.
Vamos a ver como evoluciona esto, hay que darles tiempo a unos y a otros para que nos demuestren que esto va a cambiar de verdad. De entrada, la mala leche que ha desarrollado uno a lo largo de estos años de manipulaciones y mentiras, me hace desconfiar de casi todo y, a modo de advertencia, si se me permite, diré que esto de la participación no lo estoy viendo muy claro, aun reconociendo y valorando que algo se mueve, que algo está cambiando.
Por un lado veo gente con ganas de que esto cambie, comprometida, pero poco; es decir, gente que está dispuesta a cambiar su voto (lo ha demostrado), incluso a salir a la calle en determinadas circunstancias, pero no creo que con ese grado de compromiso seamos capaces de desmontar esta revolución social, política y económica que nos han colado con la excusa de la crisis. Entiendo que para que se produzcan los cambios que este país necesita hace falta una mayor implicación, sobre todo de la gente más joven, para echar de la vida pública, de los partidos, de la Política a los que nunca deberían haber estado y a aquellos que nunca deberían estar.
Y no lo estoy viendo.
En los partidos tradicionales, los de los sustantivos y los adjetivos, sigue habiendo puñaladas en la confección de las listas, a pesar de que todos se han apuntado a la “democratización de los procesos”.
Por el contrario, por lo que sé y percibo en los pueblos y ciudades más pequeñas sigue habiendo serios problemas para la confección de candidaturas. La gente sigue sin dar el paso, sin avanzar en su compromiso: que se presenten otros, que yo les votaré.
Curiosamente la canción que más se ha oído en las manifestaciones y que se ha convertido en un verdadero himno de esta época y que para más señas es también un verbo (Resistiré) llama a la pasividad, rebelde, pero pasividad, y creo, por tanto, que muestra claramente lo que está ocurriendo en nuestro país: estamos indignados, queremos que cambie pero, que lo cambien otros, yo aguanto todavía. Aguanto lo que me echen…
Con la crisis no hubo una rebelión social; gran parte de la sociedad reaccionó ante la pérdida de empleo o de derechos adaptándose a la nueva situación, recortando sus gastos, limitando su actividad, aprovechando todos los recursos a su alcance… para resistir hasta que pasara ese mal momento. Cabreados, sí, pero con una rebeldía muy pasiva.
Creo que ante la crisis política está ocurriendo lo mismo. La inmensa mayoría de la sociedad queremos que esto cambie, pero nuestro grado de compromiso no es suficiente. Y las cosas no cambian por sí solas.
Está bien que los verbos llamen a la actividad, a la participación, pero hay que emplear verbos un poco más comprometidos: actuamos, nos presentamos, gobernamos… Porque lo que está pasando, lo que nos están haciendo no es pasajero.
En fin, esperemos que esta resistencia pasiva vaya activándose poco a poco y si para ello hay que utilizar verbos, pues se utilizan. Como decían antiguamente: “el verbo se hizo carne, y se metió en política” (¿o no era así?).