Pie a tierra
República
La abdicación del Rey ha puesto a la República en primera línea del debate público. Los partidarios de esta opción de Estado han llenado calles y plazas con sus banderas tricolores. Los partidos políticos pro república se prodigan estos días en mensajes reivindicativos. Piden un referéndum para que sean los españoles y las españolas quienes decidan el modelo de Estado del futuro entre Monarquía o República.
Soy republicano; fundamentalmente porque creo en la igualdad de las personas y no entiendo que se mantengan privilegios medievales. Es anacrónico que el cargo de jefe de Estado de un país moderno y democrático lo decida su sangre, su cuna y que, pase lo que pase, recaiga esta responsabilidad en los descendientes de una familia.
Los países, las comunidades autónomas, los ayuntamientos deben ser dirigidos por los mejores y esto, en democracia lo decide el pueblo en votación.
Lo demás no es Democracia, sino arreglos que se han ido haciendo a lo largo de la Historia para contentar a unos y a otros en cada momento y, como tal, siguen sujetos a posibles cambios para adaptarse a los tiempos que van viniendo.
La casualidad ha hecho que dos artículos consecutivos de mi blog hablen de referendos. Defiendo con todas mis fuerzas que la Democracia se fundamenta en la participación de la gente y que si las cosas importantes se deciden sin consultar con los ciudadanos, estamos en una democracia sin fundamento.
Pero de lo que no estoy tan seguro es de que sea el momento de plantear a la gente que decida entre República o Monarquía. Preferiría que esta consulta se plantease cuando hubiese posibilidades serias de ganarla. De lo contrario podría convertirse en un espaldarazo a la Monarquía, lo que retrasaría otros cuarenta años el debate.
Noto que la preferencia por la República va creciendo, sobre todo entre los jóvenes, pero creo que hay mucho trabajo todavía por hacer. Queda una labor pedagógica importante para que la sociedad vea la República como una opción moderna y democrática, no como algo propio de otros tiempos, relacionado con la guerra civil. Los republicanos debemos “salir del armario” para que nuestros conciudadanos vayan viendo con normalidad cómo su médico, su maestra, su pescadero, su alcalde, su vecina, su madre, mucha de la gente normal que nos rodea prefieren la república, y no es sólo cosa de radicales de izquierda y revolucionarios.
Debemos hacer ver a nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestras familias… que República o Monarquía no es una cuestión de derechas o izquierdas.
Y debemos intentar que este debate no contribuya a la confusión de la gente; para eso ya están las televisiones y sus tertulianos. La III República, por muy deseada que sea, no es el principal problema de los españoles.
He presenciado en las manifestaciones de los últimos años, contra la reforma laboral o los recortes, cómo aumentaban el número de banderas y consignas republicanas. Me gusta, pero no debemos desviar la atención de la gente. Lo que de verdad afecta a la vida de las personas son las decisiones políticas que está tomando este gobierno y contra ellas es contra lo que de verdad hay que luchar.
La República debe estar más en nuestra cabeza que en nuestro corazón. Si la ponemos en el centro del debate político, si llenamos las calles y las manifestaciones de banderas republicanas, podemos dar a entender que con la llegada de la República se solucionarían los problemas de nuestro país. Basta con mirar a nuestros socios europeos del sur para saber que no es así.
Creo que El Intermedio “lo clavó” una vez más cuando preguntaba a algunos ciudadanos si preferirían una Monarquía con Felipe VI o una República presidida por Aznar. ¿A que acojona?
Y lo remató El Roto en una de sus magistrales viñetas de El País:
- “¿Qué prefieres Monarquía o República?- le preguntaron
- Quiero un trabajo- les contestó”
Estoy convencido de que la Monarquía caerá por su peso. Es una institución de otra época que tiene difícil cabida en el siglo XXI. Llevamos poco más de una década de este siglo y fijaos lo que ha retrocedido… El único argumento que esgrimen sus defensores para justificarla se sitúa hace más de treinta años, cuando el golpe de estado. Desde entonces…
Pero su futuro dependerá también de nuestra actuación.
No por mucho madrugar amanece más temprano.