Herreros y otros trastos viejos

Sin trabajo, sin casa, sin comida

Ya lo advertía Cáritas a finales de marzo: si no conseguían más ayudas, deberían ofrecer menos comida en el restaurante solidario a aquellas personas que, diariamente, acuden ahí para poder llevarse algo a la boca. No han conseguido más fondos. Ahora, sólo servirán un plato de comida. Parece que cuando se dice "el drama del paro" es una suerte de frase hecha, pero lo terrible es que es una realidad. Dura. Hay mucha gente en Guadalajara capital que no tiene nada para comer. ¿Qué hacemos por evitarlo?


Es verdad que cada cual tiene sus propios problemas, que la crisis nos está afectando a todos. ¡Qué me van a contar! En abril, ha cerrado otro medio de comunicación de la provincia, El Día de Guadalajara, y un veterano como Guadalajara Dosmil está pendiente de que los trabajadores decidan si quieren liarse la manta a la cabeza y seguir con la cabecera o no. En éste caso, cerrará otro medio. Eso significa más periodistas al paro. Como los compañeros de Nueva Alcarria que entren en el ERE que plantea la empresa.

Y la segunda consecuencia, que cada vez hay menos opciones para informarse. Si consideramos como buena la definición de periodismo como "el cuarto poder", en cuanto a que es el poder que controla lo que hacen los otros tres, el que cada vez haya menos periodistas en activo y menos medios de comunicación abiertos, significa, evidentemente, que hay menos control del poder. Vamos, que si no se "autocensuran" los gobernantes para hacer bien las cosas, podrán cometer desmanes sin temor a que se hagan públicos.

Aunque, también, puede haber quien diga que en Andalucía han llevado a cabo la barbaridad de robar el dinero de desempleados y repartirlo entre los dirigentes de la Junta andaluza y, sin embargo, hay un montón de medios de comunicación en esta comunidad autónoma... Entre todos, siempre hay alguno que descubre la liebre, pero si cada vez hay menos o ninguno, está claro que nadie habrá para otear el horizonte.

Quiero decir con esto que sé bien que todos tenemos problemas y que, en nuestro orden de prioridades, está primero cubrir las propias necesidades y, luego, las de los demás. Pero de verdad quiero llamar la atención sobre lo tremendo que es no tener nada que comer.

Levantarte por la mañana con un agujero en el estómago y pensar que lo peor no es que uno tenga hambre, sino que los niños que están durmiendo al otro lado del tabique, no tendrán con qué desayunar. Tienen que ir al colegio. En el recreo, todos sacarán sus bocadillos o bollos, pero mis hijos sólo podrán mirar con ojos ansiosos la comida que se les niega.

Me comentaban esta mañana que son bastantes las personas que acuden con carros a rebuscar dentro de los contenedores de uno de los supermercados de la ciudad. Que vuelcan el contenido y eligen los productos caducados y aquello que no está muy mal lo cargan en sus carros y se marchan a casa.

No estoy hablando de un lugar lejano, estoy hablando de Guadalajara. ¿Cómo es posible que andemos preocupados por otras cosas en lugar de estar escandalizados porque hay vecinos nuestros que no tienen qué comer? ¿De verdad no se puede sacar algo de dinero de alguna parte para dar de comer a la gente?

Me sorprende, por último, que haya quien defienda ahora que no se dé dinero a la Iglesia. Precisamente ahora, cuando es la Iglesia la que, en las parroquias, está repartiendo alimentos a los que nada tienen; tanto si son católicos, como musulmanes, creyentes o ateos, nadie les pregunta qué fe profesan o si creen en algo, simplemente se les ayuda.

Es la Iglesia, a través de organizaciones como Cáritas, quien mantiene abiertos los comedores sociales que llenan los vacíos estómagos de aquellos que perdieron su trabajo, luego su prestación y, por último, casi su esperanza. Es la Iglesia, la que está repartiendo ropa, colchones y otros enseres. También, la que da pañales para los bebés. Es la que está tendiendo la mano a los que más sufren.

Y habrá quien diga que de eso tendría que ocuparse el Estado. Ahí está el asunto, en la forma verbal: TENDRÍA, es un condicional. La realidad es que no lo HACE, en presente.

Por otra parte, hoy en día, la Iglesia española recibe un tanto por ciento de los impuestos de aquellas personas que así lo indican en su declaración de la Renta. Es decir, hay millones de contribuyentes en España que de forma libre y voluntaria, como corresponde en una democracia, eligen que parte de sus impuestos se destine a la Iglesia.

Y yo me pregunto: ¿Por qué quieren algunas personas cercenar la libertad de otros que, de forma voluntaria (insisto) deciden a qué o quién debe destinarse una parte de los impuestos que pagan? Es curioso que esas mismas personas no se manifiesten en contra de que tampoco se pague a las ONGs y ONGDs, que están justo en la misma situación que la Iglesia, pendientes de que haya contribuyentes que marquen la X en su casilla. De hecho, se pueden marcar ambas. No es excluyente.

En definitiva, y por no extenderme más, invito a todo aquel que pueda desprenderse de una mínima cantidad de su dinero a que lo entregue en Cáritas para el restaurante solidario y que, así, se pueda seguir dando de comer a la gente en él. Ruego a las administraciones que, por favor, revisen si pueden detraer de alguna partida algo para dedicarlo a dar de comer a nuestros vecinos más necesitados.

Y, por último, quiero agradecer a todos los trabajadores y voluntarios que trabajan en Cáritas (tanto en las parroquias como en la propia organización) la inconmensurable labor que llevan a cabo, la ayuda que prestan a otros y el modo en el que lo hacen, porque tan importante es prestar apoyo como hacerlo con una sonrisa en la cara. GRACIAS.

MADRID, 1987
DE ALGUNAS INCLINACIONES AFECTIVAS

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