Aviso Gorra
Un hombre de escena
A Fernando Romo le encantaba discutir, y a mí me encantaba que me discutiera. Su mirada lúcida, irónica y lacerante sobre lo que acontecía en Guadalajara, cultura, sociedad y política en distintas bazas, o todo mezclado, era todo un aprendizaje de vida.
Él se reía abiertamente de mi ingenuidad y mi arrogancia, pero su sonrisa socarrona, más que bofetada era un abrazo, a modo de disculpa, después de haberme retado a argumentar mis ideas, donde su experiencia en tablas, y en oratoria, siempre me avasallaba, desde su personal interpretación.
Creo que intuía mi fascinación por su forma de discutir y no se cansaba de provocarme con su ficticia pedantería si considera que era oportuno debatir, en cualquier barra de un bar, de manera cálida y activa. Un deleite recíproco en el que yo aprendí a subvertir los valores socialmente establecidos.
Ha muerto un hombre de escena, un rebelde intelectual, y también un amigo conversador, del que sigo esperando réplica. Y ahora, me lo imagino preguntándome ¿Seré póstumo?, una vez más con su sonrisa socarrona.