Si pedimos a alguien que nos describa la imagen que tiene en su cabeza de una bruja lo normal es que dibuje a una anciana de nariz aguileña, verruga incluida, silueta jorobada, pelo blanco, traje negro y risa malévola, que mira aviesamente mientras prepara un brebaje en su marmita. La típica bruja de las películas de Disney, en resumen. La historia, sin embargo, nos ha dejado testimonio de brujas muy alejadas de este estereotipo, y mucho más reales, al menos para sus contemporáneos, que además vivieron muy cerca de nosotros, en el mismo corazón de la Alcarria.
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