Vaya por delante: me parece muy bien que la libertad de elegir suponga la adopción de costumbres, por ejemplo relacionadas con la alimentación, que limitan la ingesta de determinados productos. Y lo digo por quienes así lo hacen a la vez que optan por saborear sólo platos confeccionados con seres del mundo vegetal. Lo que me pone, sin embargo, en guardia, es ese proselitismo lleno de amenazas que vaticina la hecatombe o la condenación. Pero este preámbulo ha lugar a propósito de dos noticias. La primera, de lo más normal por cierto, a disposición de todos los lectores de GUADAQUÉ con fecha de 27 de junio de este año.
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Descontamos el octavo mes. Uno menos de los de 2011. Arrancaremos la hoja del calendario mañana. Y, aunque queda verano, a pesar de los días laborables y festivos restantes- porque, como el toro es toro hasta el final del rabo, concluye el verano cuando el verano concluye- estamos, por fin, ingresando en nuestro verdadero ser…
Si uno, a fe de lirismo o simplemente enfervorizado, afirma: estoy enamorado de la mar. Expresa una veneración extrema afortunadamente imposible de experimentar como se viven tales sentimientos de persona a persona. Fíjense lo que sería prestar atención a cada ola para contarlas y recordar así el número exacto de las que han pasado, cifra, en ese tráfico sentimental, equiparable al de la anualidad de un determinado acontecimiento, cuya memorización supone muestra y detalle de amor.
Debe ser que, lego y todo, coinciden en mí determinadas excepciones y las advierto como tales. Digo de las consignadas como validadoras de la regla. Y, ¿por qué? Pues basta, para dar respuesta, alcanza, sostengo, con remitirse al titular que encabezaba una noticia ofrecida por GUADAQUE en fechas anteriores a la redacción de lo que se lee: “Un cerebro estresado es un cerebro menos creativo”.
Es la hora de encajarse el sombrero hasta el cuello de la camisa, caminar despacio, y separar los brazos del cuerpo. No tanto como noticia de un vuelo inmediato, sino por precaución: en circunstancias así conviene obligarse permaneciendo alerta. Algunos pimpollos del amor sí y el amor no, audaces en su empeño de hacer primavera contra la imperial disposición del alquitrán urbano, quedan atrás, pisoteados por el frente de vengadores.
Fruto en baya hueca, muy variable en forma y tamaño, según las castas, pero generalmente cónico, de punta obtusa, terso en la superficie, primeramente verde, después rojo o amarillo, y con multitud de semillas planas, circulares, amarillentas, sujetas en una expansión interior del pedúnculo y comestible de la planta herbácea anual, de la familia de las Solanáceas, con tallos ramosos de cuatro a seis decímetros de altura, hojas lanceoladas, enteras y lampiñas, flores blancas, pequeñas, axilares; boquerón curado en salmuera con parte de su sangre y fruto del olivo, perforados por un mondadientes de madera, y servidos como complemento alimenticio en platillo de bar por el consumo de cerveza o refresco…
Nunca le había visto el culo a un dios. Pero, en Gudalajara, se puede. Basta con localizar a la divinidad objeto de tales miramientos- Neptuno, dios de los mares y la lluvia- y disponer su casa en la ciudad de un modo distinto. Porque la versión escultórica de quien naciera tras la unión de Saturno y Ops, residía en un lugar necesitado de algo más que parches y tiritas.
En el libro EL MUS DE LOS VASCOS, de Jaime Torner, aparece una sucesión de principios o sentencias relacionadas con el antiquísimo juego de naipes, cuyo conjunto recibe el nombre de POEMA DEL MUS. El primero de esos refranes dice: “Con bunas cartas, Facundo, serás campeón del mundo”.
Alegría es la palabra. El término elegido para titular este registro de signos escritos que se lee por estar a disposición de cualquiera que disponga de tiempo para hacerlo así. El nombre del primer espectáculo al que asistí, en Madrid, de los que se pueden ver por todo el mundo bajo el Grand Chapiteau blanco del Circo del Sol. Una maravilla recomendable como lo será- lo confirmaré en verano- Corteo, la gala que en este 2011 verán personas que residan o visiten las ciudades de Madrid, Alicante, Valencia y Sevilla.
Leo una noticia ofrecida por GUADAQUE y me siento informado: “Jugar al pádel sin mojarse cuando llueva, ya es posible en la Ciudad de la Raqueta”… Magnífico. Ahora sé que las inclemencias del tiempo quedan en poca cosa gracias a la techumbre que se ha dispuesto para que los deportistas eviten auxiliarse de un secretario con paraguas, tanto en época de lluvias como durante el estío.
Aún quedan en España algunas personas que saben dónde está el Sáhara, otros pocos recuerdan que, en tiempos, formó parte de España, y muy muy poquitos se refieren a esta zona de África como la provincia 53. Son tan pocos en España los que se preocupan del pueblo que ocupa el Sáhara que, a pesar de que es políticamente incorrecto decir que los saharauis importan un bledo, lo cierto es que los políticos españoles, incluido el Gobierno de la nación, pasan olímpicamente de lo que les pueda suceder a manos de Marruecos. Lo importante no es el pueblo, sino otras cosas.
Hace poco, una amiga ha estado en Italia y me comentaba, a su vuelta, la terrible impresión que le ha causado, porque la gente lo está pasando muy mal a causa de la crisis. Las empresas italianas, para ahorrarse despidos, han bajado el sueldo a todo el mundo, de forma que, ahora, un directivo medio de cualquier multinacional cobra más o menos lo mismo que un jefe con un par de empleados a su cargo en cualquier empresa media española.
Sé que comenzar con una perogrullada no es una buena idea, pero para una futbolera empedernida reconocer que hay vida más allá del fútbol no es fácil. Sin embargo, en este impase hasta que empiece el Mundial de Sudáfrica, podemos abrir la mente y darnos cuenta de que existe vida deportiva fuera del planeta fútbol. ¿O no?
Para alguien como yo, que ha ido a patita a todas partes el 95% de su vida y que ha usado el transporte público durante un tercio largo de la misma, todo este drama del Plan Astra resulta un poco valleinclanesco. Qué ganas de hacer un problema de algo que, a priori, se había planteado como una solución.