Pregunta: ¿Cómo afronta este mes que le queda en el cargo?
Respuesta: Haciendo despedidas. He tenido una reunión con todos los compañeros para despedirme de ellos e irme concienciando de que me voy, porque no me lo creo (ríe). Tampoco quiero hacer una tragedia, porque me voy en un momento muy dulce en cuanto a reconocimiento y cariño de la gente. También, difícil, porque han disminuido los presupuestos. Me fastidia más cumplir 65 años que jubilarme. (ríe)
P: Hay quien está deseando jubilarse…
R: A mí me pasó cuando trabajaba en la Biblioteca Nacional, porque no me gustaba trabajar en un sitio tan grande y deshumanizado y seguro que si hubiera seguido ahí, me habría aliviado jubilarme. Como dice Juan Ramón Jiménez: “Me moriré y los pájaros seguirán cantando” y es lo que pienso que la Biblioteca seguirá cuando yo me jubile. Me da impacto emocional.
P: Ahora, todo el mundo valora la Biblioteca de Guadalajara, pero ¿cómo era cuando usted llegó?
R: Había muy pocas personas, éramos nueve y no abría muchas horas, cerraba a las 18.00h. Era una biblioteca de mostrador y fichero, no de acceso a los libros y no había sección infantil. Como usuario era poco atractivo, porque no se veían los libros. La táctica de los bibliotecarios es como la de los libreros, hay que hacer los libros atractivos. Me encontré una biblioteca como de principios del siglo XX y estábamos en 1981.
P: ¿Cómo comienza la transformación? ¿Costó?
R: Pues fue fácil porque se juntaron varias circunstancias. Hubo obras en el Palacio del Infantado para adaptar la sala de estudio. Hubo unos contratos del INEM para reducir las cifras del paro, contratos de dos meses para agentes culturales y se contrató a más de 20 personas por dos meses como un año después de llegar yo. El Ministerio de Cultura se hizo cargo de las personas que venían de la Sección Femenina y del Movimiento que desembocaron en Cultura y eran personas con afán de servicio público. Llegaron a la biblioteca y se unieron muy bien a la filosofía de la Biblioteca: que el público es lo más importante y nos hemos hecho grandes amigos y trabajamos muy bien juntos.
La plantilla creció y además, se creó la sección infantil con Pilar García Chicharro, que era maestra, y trabajar con ella era estupendo y en otoño de 1981 se creó, cerca de la puerta. En la Navidad, hicimos divulgación y exposición para atraer a los libros infantiles. Y fue un renacer y fue muy ilusionante.
P: Renacer o quitar el polvo a los libros que estaban en el depósito, hacer inventario…
R: Sí. Sacar los libros del depósito fue algo muy grato porque puedes valorar las lagunas que había. Recuerdo cuando montamos la sala de préstamo, poco después de mi llegada, tuvimos que encargar estanterías (hubo tres oleadas de peticiones porque no cabían los libros) y para la gente fue bonito poder sobar y oler los libros antes de llevárselos a casa. Además, se pusieron unos sofacitos para que se leyera.
Recuerdo que hubo un grupo de música clásica que vino a tocar en la sala de préstamos, para pre inaugurar el espacio, que era algo raro porque no había presupuesto para actividades culturales y, además, no había costumbre de hacerlas. Me ha llenado de fuerza ir haciendo actividades, sobre todo, gracias al apoyo de la gente que me acompañaba, una familia que fue creciendo.
La familia de la Biblioteca ha ido creciendo
P: ¿Cuándo empezó a quedarse pequeño el Infantado?
R: Cuando la gente empezó a apropiarse de él. La sala de estudios era muy grande, pero teníamos que luchar contra la costumbre de reservar el sitio. Y la sala de préstamos se quedó pequeña y había colas que hacían que la gente esperara fuera, porque no se cabía. Pero era evidente, años antes de hacer el traslado a Dávalos, que la Biblioteca se quedaba pequeña. Doña Juana Quiles, mi antecesora, tenía la idea de comprar el edificio anexo al Palacio del Infantado y yo también luché mucho para que se comprara. Se podría haber distribuido el espacio y podría haber cabido Biblioteca, Archivo y Museo… Eso no salió, recogimos firmas, luchamos…
Creo que la ciudad se dio cuenta de que el Palacio del Infantado era bueno de usar cuando empezó a tener vida la Biblioteca. Pero salió lo del Palacio de Dávalos y ha sido una solución muy buena. Ha sido bueno recuperar Dávalos, porque se estaba cayendo y ahora, podemos disfrutar de estos fantásticos artesonados.
P: El Palacio de Dávalos ha sorprendido…
R: Sí, además, ha sido un gran acierto cubrir el patio. El concurso para hacer la reforma atrajo a muchos arquitectos (Aroca, Peridis…) muy buenos y todos coincidían en cubrir el patio, que es un espacio muy carismático y polivalente. Ahora ya estamos acostumbrados a Dávalos, pero lo que muchos sentían al principio es que era como un edificio de cuento oriental, porque es más grande por dentro que por fuera, era mágico ver tanta amplitud y espacio disponible. A veces, lloras por una cosa y ganas por otra. Por eso, no hay que llorar, me lo aplico ahora con la jubilación.
P: La sensación como usuario es que Dávalos permite más cosas que el Infantado
R: Sin duda. Ahora, hay más clubes de lectura. Teníamos un salón de actos más amplio y la fonoteca, pero aquí hay más sitio. Además, aquí el patio te permite quedar, sentarte y en el Palacio sólo estaban los bancos del atrio. Espero que ahora que se va el Archivo del Infantado, se haga un Museo como la ciudad se merece, y que esté vinculado al propio Palacio, que es el primer objeto a exponer y valorar, todo lo demás, debe estar en consonancia con él.
P: De todas las actividades que inició para hacer más viva la Biblioteca, ¿a cuál tiene más cariño?
R: No sé. Cuando se puso en marcha la fonoteca y audiciones con Juan Antonio Ruiz Rojo y Rafael Juan Poveda que eran unos críos y tenían una alegría tan grande que cuando terminaban, ponían el himno de Eurovisión altísimo que oía desde casa, porque me había ido a trabajar allí para cuidar de mis hijos que eran pequeños. Eso me gustaba mucho. También, que haya continuidad generacional de los clubes de lectura, porque hay padres de clubes que ahora traen a sus hijos. El Seminario de Literatura Infantil y Juvenil y los encuentros de animación a la lectura.
Montserrat del Amo nos vino a dar una charla y nos animó a que hiciéramos algo de apoyo a la lectura y dijimos por qué no y así nació el Seminario. José Antonio Camacho, Vicente Aldeanueva, Fernando Yela… gente joven con ganas de hacer muchas cosas y nos animamos a hacer el Seminario. Decidimos hacer un boletín, que hacíamos con una multicopista y grapábamos el boletín para mandarlo a las escuelas de los pueblos.
Recuerdo los cursos de teatro de Fuegos Fatuos, que eran muy formales y me rompieron mi idea de que los artistas eran poco formales. En el Infantado hemos vivido muchas cosas y lo he querido una barbaridad. Ahora, casi no voy porque s eme remueven muchos recuerdos.
Recuerdo como algo muy grato escuchar el himno de Eurovisión cada vez que la fonoteca terminaba su trabajo
P: Cuando vivía en el Infantado y estaba allí la Biblioteca, ¿se puede considerar que hacía teletrabajo?
R: (Ríe) Sí, casi. Cuando estaba buscando al sacar las oposiciones, ciudades a las que poder ir, pensé en los alrededores de Valladolid y vi la de Palencia que tenía vivienda también, porque entonces, había varias con vivienda. Mi madre decía que era perfecta porque podía subir a dar la vuelta al cocido y la verdad es que me ha venido muy bien, la vivienda cerca, porque me ha permitido criar a mis hijos sin faltar mucho al trabajo. Cuando estaban malitos, aunque me lo echan en cara, les dejaba con la medicina y arropaditos y me bajaba a la Biblioteca y subía de cuando en cuando a verlos. En Guadalajara, no tenía familia y tener la ventaja de la casa en el trabajo era una ventaja. El Palacio era como la abuela.
P: No está mal como abuela
R: (Ríe) Sí… Fíjate, que cuando estuve en política me atacaron porque vivía en el Palacio, pero entonces no era tan raro que las bibliotecarias tuvieran casa. De hecho, fui cogiéndole cariño, pero cuando la vi por primera vez no me gustó porque era muy oscura, tenía ventanas muy pequeñas y no me gustaba. Venía de vivir en Menorca, en el campo, y no me gustaba nada. Aunque, al final, me atrapó y viví muy feliz en esa casa.
P: ¿Hasta qué punto es importante el equipo que la acompaña?
R: Es fundamental, las ideas se multiplican. Muchas ideas las han tenido mis compañeros y yo las hacía posible. Por ejemplo, Esther fue la primera técnica de actividades que es una persona muy alegre. Le propuse juntar a las personas y hacer un congreso o algo así de animación a la lectura de todo el país. Y no se le puso nada por delante. El secreto del éxito es que las ideas han fluido.
P: El equipo marca, pero ¿marcó el espacio (el Palacio del Infantado) la personalidad de esta biblioteca y de su bibliotecaria?
R: Sí. Cuando bajaba por las mañanas a trabajar, en primavera, al despacho, me sentía muy privilegiada. ¿Qué persona puede ir a su trabajo en un paseo tan placentero? Me daba cuenta y lo valoraba. En el Palacio, hemos hecho fiestas del libro en el patio, conciertos, cenas de los clubes de lectura, que eran maravillosas por el espacio. Aquí lo hacemos, en Dávalos, pero no son tan mágicas. Creo que el Palacio ha marcado mucho, ha dado pautas que hemos seguido en éste.
P: ¿Qué aporta Dávalos?
R: Creo que es un lugar de encuentro, de cita. Por ejemplo, cuando hay mercadillo, hay veces que hay varias mujeres que se enseñan lo que han comprado e incluso, me gusta pensar que usan los baños para probárselo. Me gusta la idea de que aquí acuda alguien a pasar un rato en el patio y tomar un café de la máquina o los lectores… Me gusta que tenga usos múltiples.
Mi sitio favorito del Infantado era mi despacho, porque veía el Ocejón por la ventana
P: Me parece divertida esta anécdota de las señoras del mercadillo. ¿Cuál es la anécdota sobre la biblioteca que cuenta recurrentemente?
R: Pues me gusta lo que ocurrió con Julio, que pertenecía a un club de lectura, y cuando le diagnosticaron cáncer, el club se alió para acompañarle y compartir su miedo y sus pensamientos. Me pareció bonito que gente que no se conocía siquiera y que, en un momento tan importante como afrontar la muerte, le apoyaron y, cuando falleció, estuvieron con su mujer Loli para ayudarla a seguir adelante. Me gusta que, en estos tiempos en que hay tanta soledad por distintos motivos, en la Biblioteca puede encontrar un lugar de encuentro en el que compartir intereses. En una sociedad a veces deshumanizada, es bueno encontrar un sitio en el que encuentras gente.
Otra anécdota que me gusta es que, en el Infantado, un día entró un señor con una perrita blanca detrás, y como soy muy perrera no me pareció raro. Veo que la perra se sube a uno de los sillones verdes y se queda ahí, al solecito. El señor cogió su libro y se fue. Cuando vi que no tenía nada que ver, decidimos quedárnosla y ha vivido con nosotros muchos años.
P: ¿Tiene un sitio favorito de la Biblioteca (tanto en el Infantado como en Dávalos)?
R: En el Infantado, mi sitio favorito era mi despacho, porque veía el Ocejón y tenía una gran vista. También, pasaba allí mucho tiempo. Me gustaba mucho la galería que da a los Jardines. Y el claustro, porque era un lugar de mucha paz. Si tengo que escoger, la mesa de trabajo. En Dávalos, no sé… Me repito, pero la mesa de trabajo, me gusta ver la plaza de Dávalos por la ventana, me gusta ver los árboles y me daría mucha pena que los quitaran. Me gusta mucho el patio y la cueva (la fábrica de chocolate, la ballena) porque es un lugar mágico que busca que los niños descubran la creatividad.
P: La Biblioteca ha crecido con sus socios, ¿cuántos socios tiene?
R: Creo que hemos superado la mitad de la población de Guadalajara, unos 40.000.
P: Eso es una barbaridad. ¿Hay otra biblioteca en España con ese volumen?
R: Afortunadamente, va creciendo el número de socios. Sobre todo, por la crisis. Pero tanto como la nuestra, creo que no. Lo cual es una satisfacción. Eso es porque la gente hace suya la Biblioteca, porque hay muchas donaciones
P: ¿Y qué libro prefieren? Quiero decir, hay un libro que sea más prestado que el resto
R: Habría que mirarlo estadísticamente. Las bibliotecas y las librerías hemos cruzado datos y te desilusionabas porque los libros que más querías no estaban entre los más leídos. En una temporada, la trilogía de Larsson fue un exitazo, ahora, ya está más normal. Los libros que se prestan mucho, los dejamos en la entrada.
En el libro que me han regalado los clubes de lectura, hay citas de muchos libros, por ejemplo, Javier Marías es un best seller de la Biblioteca. “El primer hombre” de Camus, es un libro que me gusta mucho y que he regalado mucho. Los de Franzen me los recomendó un miembro de los clubes de lectura y está gustando mucho entre los clubes.
P: ¿Hacen caso de los usuarios?
R: Sí, claro. En las desideratas, siempre vemos lo que nos sugieren y lo solemos comprar si hay presupuesto. Antes, los libreros nos traían las novedades y eso nos ahorraba mucho trabajo. Pero ahora, con los recortes de presupuesto, ya no lo hacen, porque no tenemos dinero o se paga muy tarde. Ahora, somos nosotros los que tenemos que leer más periódicos especializados, ir a ferias del libro… para saber lo que se edita. Después, cuando llega el libro, se tienen que sellar, magnetizar, antes lo forrábamos ahora parece que tampoco hay dinero para eso y es una pena porque lo hacía AFAUS que era un estímulo para sus usuarios y, además, hacía que durara más el libro. Pero es lo que tienen los recortes. Además, hay que ordenarlos en las estanterías, atender al público, retirar los libros que están muy ajados…
Hay mucho trabajo en las bibliotecas. Cuando llegó la automatización, pensábamos que habría menos trabajo, pero han surgido trabajos nuevos. Hay mucha rutina detrás de cada libro y eso impide leer, y vuelvo al principio, por eso, hacemos caso de las sugerencias de los lectores.
Aunque parezca que no, hay mucho trabajo en las bibliotecas
P: Es muy bonito el libro que le han regalado
R: Sí, la verdad es que es precioso, tiene una caja para protegerlo. Aún no me lo he llevado, pero me lo tengo que llevar para leer tranquila, tumbada. Hay una caricatura mía muy divertida, muchas citas… Me ha gustado mucho (termina con una amplia sonrisa).
P: ¿Cuándo es el adiós a la Biblioteca?
R: El 26 de agosto, que es lunes (ríe).
P: Ya ha habido algunas festivas despedidas como la semana pasada.
R: vinieron un grupo de amigos a dar una serenata y luego, nos fuimos a comer lo que habían traído y lo pasamos muy bien. Me ha hecho ver que no es una ruptura tan grande, no es un desgarro porque la gente sigue ahí. Estoy más contenta desde el homenaje, estoy viendo las cosas con más calma y hay más gente de la que despedirse: los compañeros, los bibliotecarios municipales (que participaron de la sorpresa del otro día)… Estoy recibiendo contestaciones afectuosas de todos. El afecto es un componente importante para una jubilación.
P:¿Qué es lo más añorará?
R: Los compañeros y el grupo del desayuno. Las conversaciones que surgen y la relación humana. Estoy pensando que me gustaría tener un sitio en la ciudad donde pueda hacer alguno de los trabajos que voy a hacer tras la jubilación y al que puedan ir los compañeros, al menos una vez a la semana, para tomar un café y seguir conversando, para paliar el alejamiento de las personas queridas.
P: Antes de acabar ya está pensando cómo usar el tiempo.
R: Me gusta sentirme útil y la vida es tan corta, que aunque sea un poco, quiero seguir sintiéndome útil. No quiero que se me empiece a escurrir el tiempo entre las manos, prefiero tener una rutina, mientras pueda, y que siga siendo como si trabajara. Tengo varias ideas, relacionadas con los cuentos, me gustaría hacer el papeleo para pedir a la UNESCO que declare al Maratón de Cuentos reconocimiento de Buena Práctica. El del Ministerio, lo obtuvimos este año.
También, referido al Maratón, hay que transcribir todos los encuentros con narradores de muchos sitios y ver si se puede publicar un libro. Tengo muchas ganas, también, y es una idea romántica, visitar todas las bibliotecas municipales que nacieron en la Segunda República, que es cuando nació la biblioteconomía moderna, que es cuando María Moliner hizo que surgieran estas nuevas bibliotecas municipales. Hubo un inspector de bibliotecas que las visitó todas e hizo informes de inspección que se conservan en el archivo de Alcalá y las encontramos el comisario de la exposición Biblioteca en Guerra y nos encantó, porque el informe era muy completo y quiero seguir sus pasos y visitarlas para hacer informes similares a los que hizo él.
Voy a echar de menos a mis compañeros, las charlas y la relación humana
Me interesa saber lo que ha sido de esas bibliotecas en estas décadas y ver cómo están afrontando la crisis. Porque veo que se ha retrocedido y lo veo en ésta que es más grande y veo que ha retrocedido muchos años. En los presupuestos, no tener servicio de novedades, no poder forrar los libros… lo que cuesta tanto avanzar, me da rabia que se pierda. Quiero que me ayuden los bibliotecarios a reflexionar a ver cuánto hemos retrocedido y reivindicar que no puede ser.
P: Además de todo esto, también el Maratón de Cuentos, ¿no?
R: Sí, claro, porque da mucho trabajo y eso que no se nota y me encanta que no se note, porque quien participa lo hace voluntariamente y nos gusta que la ciudad tenga ese tesoro. Lleva bastante trabajo y me gustaría seguir colaborando en la medida que pueda.
P: ¿Cómo comenzó?
R: Pues de la forma más tonta. Cuando era alcaldesa, observé que Guadalajara no tenía Feria del Libro y nos reunimos con los libreros y les aseguramos que habría actividades en la plaza para que atrajeran público y que vendieran. Al programar las actividades de un fin de semana largo, llamé al Seminario de Literatura Infantil y llamé a dos amigas Estrella Ortiz y Eva Ortiz para imaginar algo entorno a los cuentos. Imaginamos contar en varias plazas simultáneas, pero eso dispersaba a la gente y, por eso, decidimos hacer todo eso pero seguido. De ahí, pensamos en hacer un maratón y que se incluyera en el Guinness y nos dijeron que tenían que ser 24 horas y dijimos, pues bien. Sin la tensión de tiene que hacerse y salió. Fue sencillo.
P: ¿Puede seguir creciendo?
R: Lo completamos con cosas simultáneas, pero no queremos que crezca. Un año, terminó el domingo por la noche y terminamos agotados. Si termina el domingo a medio día, puedes quedar con los narradores a comer, recoger y descansar. Sólo podría haber una tentación, si otra ciudad decide hacer otro más largo, pues diríamos: hasta ahí podríamos llegar (ríe).
P: El niño ya no crece, sólo engorda con actividades paralelas
R: Sí, claro. Aunque somos muchos los que no nos despegamos del patio del Palacio del Infantado. Hay un equilibrio.
Ya no queremos que el Maratón de Cuentos crezca más, a no ser que otra ciudad decidiera hacer otro más largo
P: Y cada vez más internacional…
R: El año pasado vinieron 30 narradores de la UE y cada vez que tenemos que contactar con ellos, nos responden encantados. La gente que se mueve en el entorno de la narración oral queda impactada por Guadalajara. El Maratón de Cuentos es muy rico, popular pero culto, es participativo, hace tejido social, voluntariado… quizá el tamaño de la ciudad es el adecuado. El Maratón es un fenómeno sociológico y antropológico de una ciudad que se junta para hacer un proyecto común con la palabra, que es algo tan frágil.
P: Aprovechando todos los rincones, hasta los monumentos
R: Los monucuentos son la forma de hacer ver las bellezas de Guadalajara, que están escondidas. Lo hacemos con la idea infantil, quizá, de que la gente que venga piense que eso es un poco que enseñamos de lo mucho que hay. (ríe)
P: Ha ido creciendo al tiempo que los Viernes de los Cuentos, que ha ido saltando de sedes para lograr más espacio
R: Cuando nos cambiamos del edificio negro al IES Brianda de Mendoza daba vértigo porque el cambio era grande. Nos sorprendimos porque la primera sesión la hacían Tim Bowley y Casilda y se me pusieron los pelos de punta viendo cómo la gente estaba sentada en los pasillos. Recuerdo que vino un concejal de Tres Cantos al Viernes de los Cuentos un día que contaba Quico Cadaval, porque quería hacer algo así. Y Quico dijo que esto no se improvisa, que hay un trabajo largo detrás. Se quedó impresionado.
P: ¿Tiene que tener la Biblioteca pelusilla del Maratón? ¿Ha tenido otros amores además de la Biblioteca?
R: El Maratón sí claro, y la exposición Biblioteca en Guerra que me ocupó mucho tiempo y tenía que ir mucho a Madrid, a la Biblioteca Nacional, fue un amor intenso y corto. Fue extraordinario ver el trabajo que habían hecho aquellos bibliotecarios, que se comprometieron en lo político y en lo social, cultural. Como María Moliner, a quien debió doler dejar todo aquello. Estas son las cosas con las que quiero seguir una vez que me jubile.
P: ¿Es esto lo que le inspiró el salto a la política, ver el compromiso de aquellos bibliotecarios?
R: A la consejería de cultura sí, porque la exposición se inauguró siendo consejera. Mi hija me decía, ves cómo se comprometieron tus compañeros, por qué no vuelves.
P: Claro que la Alcaldía fue muy anterior. ¿Cómo se decide a ser concejala?
R: Mi vocación política surgió en la universidad, donde participaba en asambleas, manifestaciones, nos queríamos oponer a la dictadura, luchábamos por la enseñanza pública mejorada… El trabajo de bibliotecaria tiene un componente social importante y había anulado la vocación anterior de sentirme útil socialmente. Pero el referéndum de la OTAN me encendió otra vez, porque me pareció una hipocresía lo que hizo el PSOE. Hice mucha campaña por el no. Venía de militancia comunista y, en ese momento, estaba en IU y fue la gente de IU los que me empujaron para que me presentase. Yo no me veía. La primera vez que me presenté a las municipales fue en 1987. Tenía bastante rechazo al principio, no es que me haga de rogar, pero tenía hijos pequeños. Al final, accedí y fui concejala con Juan Ignacio que fue un mandato difícil porque bajaron mucho los votos.
Creo que cuando estuve en la Alcaldía hice muchas cosas. Y el balance como consejera, desde mi punto de vista, es bueno
Te coge el gusanillo, te das cuenta de que hay muchas cosas importantes, como las contratas, la privatización de los servicios públicos, el urbanismo (el Ayuntamiento puede organizar el diseño de la ciudad, tamaño de las calles, decidir dónde se puede construir… dar plusvalía social, etc). Eso te acaba prendiendo. Me quedé encerrada. El tiempo de la Alcaldía fue muy bonito, pero muy tenso y seguí siendo concejala. Siempre que he terminado un periodo de esos, me he sentido muy aliviada.
P: Muchos dicen, si fuera alcalde… Usted que lo ha sido, ¿Qué se quedó con ganas de hacer?
R: (Piensa) Muchas cosas… La oposición dijo que no se hizo nada, pero sí se hicieron cosas. El plan parcial para el desarrollo de Aguas Vivas se aprobó en un pleno presidido por mí, que hubiera elecciones en las pedanías también se hizo siendo yo alcaldesa; nos planteamos retomar la gestión de los autobuses y la limpieza viaria… Hubo mucho tiempo de reflexión y trabajo, eran jornadas interminables.
Me hubiera gustado eliminar los encierros. Sufrí tanto con aquel encierro en que hubo un tapón en la plaza. Ese año ya no hubo más encierros. Hicimos un manual del buen encierro reuniendo a taurinos, asociaciones… unas pautas que se han estado utilizando. Reuníamos a las asociaciones de vecinos cada seis meses, solo hubo dos, para ver qué les preocupaba. Me hubiera gustado hacer más cosas en las ciudad, pero hicimos muchas cosas. También es verdad que cuando haces cosas hay que pensar que todo tiene un mantenimiento.
P: Siendo consejera, tuvo más capacidad de modificar cosas. ¿Cómo valora su paso por el cargo?
R: El día a día era frustrante, porque tenía la sensación de que no podía hacer cosas. Pero cuando terminó el periodo, tuve que hacer un informe para dejárselo todo claro a Marisol, que era quien me sustituía en el cargo, y me di cuenta de que habíamos hecho bastante. Se desbloqueó la Fundación Saura en Cuenca, que ahora está bloqueada por falta de dinero, me da mucha pena, porque muchas cosas que se pusieron en marcha, ahora están perdidas.
Por ejemplo, se terminó de poner en marcha la red de parques arqueológicos, que ahora están cerrados o privatizados; se creó la Linterna Mágica (un cineclub infantil) primero en Guadalajara y se extendió al resto de provincias… Desde mi punto de vista, no fue un tiempo inútil. En cada provincia, se pusieron bases de proyectos, como la biblioteca de Ciudad Real; Almadén comenzó el proceso para ser de la red de ciudades minas Patrimonio de la Humanidad…
Pero había muchas dificultades siendo consejera, porque hay que aceptar el campo de juego, la plantilla no puede crecer porque depende de otra consejería; la consejería no tenía 100 millones de presupuesto, menos dinero que otras instituciones y no podías hacer muchas cosas. Como experiencia política, me impactó conocer a Fray Beto que se marchó porque le resultaba difícil pertenecer a un gobierno, porque no le podía criticar (ríe a carcajadas) y me parecía que era un poco mi caso, porque soy muy crítica.
Hay recuerdos muy bonitos, como cuando conocí a Corredor Mateos, estuve en el rodaje de Pedro Almodóvar y me regalaron una claqueta… Y momentos malos, como cuando se estaba hablando de imponer el canon por préstamo. En esa época, estaba recogiendo firmas en contra del canon en Madrid, en la Feria del libro antiguo, sin ser consejera y me reconocieron unos vecinos de Toledo. Y es que hay veces que me tenía que salir del carril porque era muy estrecho.
Hay que seguir luchando contra el canon, porque el nuevo reglamento es criminal
P: Contra el canon, ¿hay que seguir?
R: Sí, claro porque hay un reglamento que está a punto de salir en el que establecen que se cobre por los libros que se compran y por la cantidad de préstamos que se hagan al año o de prestatarios inscritos y eso es criminal. Ahora que los presupuestos de cultura han bajado, a las entidades de gestión de derechos sí se les paga y ¿de dónde? Pues del dinero de actividades y de adquisiciones. Eso puedo hacer después de jubilada (ríe).
P: Mucho después, pero antes de jubilarse, ¿hará despedida festiva?
R: Como es agosto y la gente está ocupada, no sé. Traeré algo como siempre a la Biblioteca. Tengo varias ofertas para hacer cosas ese día. Sé que los compañeros de la Biblioteca están organizando una cena en septiembre. Pero no me quiero entrometer y no sé cómo va a ser. Con lo que ya me hicieron de fiesta sorpresa el otro día, donde hubo mucha gente y muy variopinta. Cuando estaba preparándome para irme, por el balcón veo que cantan y ver a tanta gente fue un regalo fantástico.
Así que, si lo celebro en septiembre, será un reencuentro y será una más, como siempre.